Voy
a recordar constantemente la inmensa bondad de mi maestro o maestra
espiritual.
Su gran bondad hacia mí por transmitirme las enseñanzas de
Dharma, por sus consejos, por su ejemplo, por su paciencia, por su
inmensa compasión y su profunda sabiduría.
Para no olvidarlo, pensaré
que está siempre sentado sobre mi coronilla, que ve perfectamente mis
acciones y conoce mis pensamientos, que me inspira en todo lo que hago,
que me protege de todos los peligros y me guía por el camino de la luz.
Me esforzaré por practicar el Dharma lo mejor que pueda de acuerdo con
mi capacidad y haré que todas mis acciones, palabras y pensamientos sean
una ofrenda excelente, que complace a mi maestro, complace a todos los
budas y beneficia a todos los seres.
De vez en cuando pondré algún
objeto sobre mi cabeza, siempre que no sea indiscreto, y pensaré que ese
contacto que siento es la presencia de mi maestro. Todo lo positivo de
mi vida se lo ofreceré con una mente feliz, y mis errores, defectos y
equivocaciones, tras reconocerlos como tales, le pediré que me ayude a
librarme de ellos.
Al final de cada día haré un repaso de mi práctica y me motivaré sinceramente para mejorarla al día siguiente.
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